Quejas y sugerencias...



Quejas y sugerencias…

La noticia me llegó de golpe: tenía ya 42 horas de muerto, estaba acabado de embalsamar y maquillar y, para esas horas, me estaban velando. Mi primer reacción fue el desconcierto, no había acabado de saborear mi primer sorbo de café cuando el mesero me dijo “oiga joven, ahí le mandan…”, tomé el sobre que me ofrecía, de color blanco, pequeño; le quise preguntar quien era el remitente mas ya se había ido. Abrí el dichoso sobre sin membrete con una indiferencia espontánea, no imaginaba lo que pudiera ser y no me sentía preocupado ni en el mas mínimo e intimo recoveco de mi conciencia. Dentro del sobre una tarjetita de color opaco, aunque no recuerdo cual, decía:

“Guadalajara, Jalisco

Por medio de la presente, la familia Guzmán le hacemos conocimiento del reciente deceso nuestro querido hijo Jesús Guzmán Aguilera †.

Así como también se le invita cordialmente a los actos funerarios respectivos.”

Hasta aquí leí, llamé al mesero, le pedí otro café, reflexioné unos segundos más, recordé la renta atrasada, el recibo de la luz próximo a llegar y otra vez mi mente recordó el asunto de mi funeral. De repente todo encajó: un muerto no necesita bienes materiales, un vivo si los necesita, los bienes materiales del finado se quedan con las personas más cercanas al muerto, yo soy muy cercano al muerto (de hecho yo soy el muerto), los bienes materiales incluyen dinero, yo necesito dinero, además, en los funerales suele haber café y a mí (al igual que al muerto, o sea yo) me encanta el café. Ya con esto en mente pedí la cuenta y me dirigí al lugar.

Entre “aves marías purísimas” y los “que bueno era” llegué a la capilla de velación y mi enojo fue inmediato, cual Mesías entrando a la casa de su padre llena de ladrones. No había nadie respetando mi voluntad, mi deseo para después de la muerte; todo era un lamento vulgar, con sinceridades en un lado, hipocresías en otro. Mi idea del funeral transformado en festejo había sido ignorada por completo. No había música, ni baile, ni cervezas, tequila o vino tinto, no había discusiones filosóficas basadas en las palabras de Paz o alegatas por criticas a libros, películas o juegos. No salude a nadie, todos me habían fallado, así que solo me dirigí al ataúd cual campeón mundial vencido por default y mire mi cadáver que tenía la cara mas larga que yo, aunque mas por pena que por su estado post mortem. Al abrir los ojos, tras mi saludo me sugirió que reclamase en el departamento de quejas de la funeraria ya que esta había prometido un trato serio y respetuoso ante la situación.

Seguí mi consejo mas los resultados, que por cierto, debí haber esperado desde el principio, fueron un “por favor, hable con mi jefe inmediato”, “espere un momento, el gerente llega en quince minutos”, “estamos muy apenados por la situación, déjeme ver en que podemos ayudarle”, “¿sería usted tan amable de llenar esta forma?”, “disculpe la confusión pero creo que su contrato se ha traspapelado, no me lo puedo explicar, pero el responsable será castigado debidamente”; en fin, todo se volvió tan burocrático que decidí dejar el asunto por la paz, al fin y al cabo, para ese entonces ya llevaba 13 días de muerto.

1 comentarios:

Luthien dijo...

Cuando uno recibe noticias de ese tipo ni siquiera se sabe como reaccionar =/